sábado

KENTISBEARE-WELLINTONG-TAUNTON-OTHERY


Es maravilloso dormir dentro de la tienda de campaña en extensas praderas;  también aunque sea haciendo faquirismo sobre las incómodas rocas de altas montañas calizas; o a orillas de la mar en calma;  algo mágico en bosques centenarios impenetrables o en  una cima aislada cubierta de nieve. Da igual donde se plante la tienda al final del día, es la culminación del camino recorrido, del esfuerzo empleado, es haber conseguido algo extraordinario; es haber conseguido el reto propuesto, o parte del objetivo final.
 
 El resistente tejido que separa el preciso habitáculo del resto del mundo es milimétrico. Todo lo que pulule alrededor se percibe inmediatamente. Cruza una ardilla. Vuela un búho por encima, de un árbol a otro. Pasa un lobo haciendo crujir una rama seca. El viento, la lluvia, la nieve, el radiante sol. Todo. 

 En soledad, se vive con inmensa intensidad, bastante diferente a cuando lo haces en compañía o acampas en algún lugar donde otras personas están alrededor. Se concibe distinta emoción. En un camping acrecienta la impresión de estar salvaguardada, por aquello de dormir al lado de auto caravanas u otras tiendas. Tiene de bueno, eso, valga la redundancia, lo bueno de esas personas que también lo habitan cual nómadas. La generosidad y la forma en que se comparten experiencias, saludos, información. En algunos países no se puede acampar libremente en según qué áreas, así que a veces no queda otra, además un buen baño, sienta estupendamente cuando se viaja en bicicleta si no llevas la ducha portátil.
 
 
Aquel catorce de agosto, amaneció cubierto de nubes, un día más, ya no era de extrañar; poco a poco se  iría despejando, luciría Sol irradiando toda su vital energía entre clouds inglesas. Cumulus.
Llegué al centro de Kentisbeare. Paré para preguntar por algún lugar donde hubiese wiffi y  enchufe para cargar el móvil. Enchufes trifásicos, y yo sin adaptador. El wiffi quizás en otra población mayor. Estaba preguntando y una señora se me acercó, qué amabilidad. Me habló de esperar dos minutos, pues su hija estaba de camino hacia allí mismo donde nos encontrábamos. Tal vez ella podría facilitarme más información- me dijo. Charlábamos, apareció su hija. Me proporcionó más de lo que yo esperaba. Fuimos juntas hacia su casa, allí me presentó a Joey, descendiente de españoles, quien aprovechó a practicar conmigo un castellano bastante bueno.. Me brindaron una hospitalidad abrumadora
 
 Me invitaron a tomar algo, comer algo; yo, por supuesto no abusé de  la hospitalidad. Me comuniqué con la familia y alguna amiga, mientras tanto cargaba un Smartphone y el perro de la familia, apoyaba su hocico cerca del teclado del ordenador, al lado de mi mano, encima de una alfombra persa de lana  que cubría la gran mesa que preside la luminosa estancia, de grandes puertas de cristal con vistas a un pequeño y maravilloso bosque. Son detalles que jamás olvidaré. La despedida fue entrañable.
-Cualquier cosa- me dijo Joey- solo tienes que marcar éste número de teléfono.- Y me lo anotó en un papel.
-Gracias por todo, habéis sido muy amables, os recordaré siempre- le dije.

 
Me subí de nuevo a la bicicleta y pensaba mientras pedaleaba, en la empatía. Lo que acababa de vivir. Los clichés que las personas establecemos sin sentido alguno; reiterándome filosóficamente, que nada tiene que ver cuando se generaliza sobre los ciudadanos de un país, a lo que en realidad te encuentras. Se generaliza demasiado. No caeré en ese error me dije a mí misma.
Miré al cielo…

 
Miré a los lados… Porque eso es lo que se hace principalmente al viajar en bicicleta y las ruedas van devorando kilómetros de asfalto.
Ver, oler, escuchar, sentir, intuir. Impulsar los pedales, frenar, acelerar. Ir con el viento o contra el. Cantar, emocionarte, pensar.


Entré en Taunton. Bristol me parecía un buen plan, así que como el mapa que me habían facilitado en Exeter ya se había quedado pequeño, debía volver a preguntar. Y así lo hice.
Apareció Graham en bicicleta, y no solo me indicó, si no que fuimos a tomar un café junto con unos amigos en un restaurante. Causalidades de la vida, el restaurante lo regenta un joven gallego que en verano trabaja en Oleo&Farina, y en invierno en una pulpería en Galicia- eso me contó.
 

Parish Church of Mary Magdalen
 
 
Debía continuar camino, así que me despedí de ellas y de ellos.

Graham me guió hasta pasar las exclusas del canal, un sitio un tanto complicado  de encontrar ciertamente. No recuerdo la edad que me dijo tener, pero pedaleaba a buen ritmo, tiene espíritu joven.
Me dijo que iría a casa, que cogería unos mapas que me servirían y que me alcanzaría con el coche.
-No es necesario Graham, mis viajes son así, a la aventura total, gracias.-Y me despedí.

  Burrow Mump

Kilómetros más allá de Taunton, cerca de Lyng, se había despejado el cielo completamente, soplaba viento, la temperatura era más bien primaveral.
Sobre las ocho de la tarde, ya buscaba un camping. en el primero que pregunté, no había una plaza para mi tienda, era solo para caravanas, en fin. Me indicaron otro cercano, un Caravan Club.
Allí había suficientes plazas.

 
 

 
A veces tengo la misma sensación que de niña cuando iba en bicicleta. En ocasiones me pregunto, por qué la gente cuando se hace adulta, la aparca en el trastero siendo uno de sus más preciosos tesoros. No conozco a nadie que sus historias en bicicleta no sean memorables.

 
Sobre las cuatro de la madrugada, la luz de Luna traspasaba el tejido de la tienda. Su energía debió ser lo que me despertó. Había rocío y hacía mucho frió, la capturé con la cámara y volví al saco.
      

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